Palabras
del Licenciado José Ernesto Becerra Golindano, Presidente de la Academia de
Historia del Táchira, como Orador de Orden en el Acto Conmemorativo del Primer
Centenario del Club Torbes, de Táriba, el 12 de septiembre de 2011
Reciba
la Directiva del Club Torbes mi agradecimiento por la honrosa designación para
llevar la palabra en irrepetible ocasión. Estoy seguro de que alguno se les
acercó para manifestar su preocupación por la temeraria decisión de encargar a
alguien que disfruta los caminos de la historia como Orador de Orden. Para
precisar las cosas me permito anunciar que pienso que se dice mas hablando
menos.
Hace
un siglo Táriba estaba más lejos de San Cristóbal que hoy en día. Actualmente,
entre las últimas casas del Coconito al sur de la ciudad y las más cercanas del
sector El Lago, hay menos de 500 metros. En aquellos tiempos la distancia entre
la Perla del Torbes y la Villa de San Cristóbal era alrededor de una Legua.
Esta última medida de longitud, la Legua, ha medido entre 4 y 7 kilómetros en
diferentes oportunidades o lugares, pero entre sus orígenes era considerada la
distancia que se podía recorrer a pié o en una cabalgadura a paso lento en una
hora. Se atravesaban dos puentes de guaduas en el Torbes y en la Machirí, el
resto era un camino real que podemos considerar paralelo a la Avenida
Libertador y que encontraba a San Cristóbal en la zona del cementerio
municipal. Y entre los fundadores del Club se encontraban los principales
emprendedores de una ciudad pujante, que como nos recuerda su Cronista Oficial,
el Licenciado Tirso Sánchez Noguera, tuvo Teléfono, Gabinete de Lectura y
Entidad Financiera antes que la propia San Cristóbal.
En
un modesto medio de comunicación taribense de la época, El Verbo,
autodenominado Revista Quincenal, redactado por el Dr. Tito Sánchez, se
encuentran dos notas que vienen a colación con lo que hasta ahora hemos
expresado en estas palabras. La primera, en el ejemplar identificado con el
número 17 del año 2, fechado el 23 de septiembre de 1911, en la portada y
primera página leemos: “Puede decirse que
actualmente no tiene el Táchira un buen camino que sirva satisfactoriamente
para dar salida a sus producciones. Los
caminos de recuas se hallan en completo abandono, mas ha llegado el momento en
que se nos presente al Táchira con todos los atractivos de quien se sienta
lleno de vigor, y la ciencia y el trabajo sean puestos a su servicio, y tiene
que surgir como el sol cuando asoma por el oriente, que se levanta para llenar
con sus rayos de luz los horizontes de la tierra, la carretera que atravesará
el corazón del estado, según la idea de su constructor, el Dr. Luís Vélez, ha
recibido un impulso incontrastable porque el General Juan Vicente Gómez, alma
de esta empresa redentora, quiere que la obra se realice en el más breve tiempo
posible, y querer es poder, en las presentes circunstancias.” La segunda
nota, en el interior del periódico, en su página 3, en la sección Vida Social,
dice: “Según las circulares que hemos
recibido, en San Cristóbal quedó instalado definitivamente el Club 19 de abril,
siendo Presidente en ejercicio el Sr. José Antonio Baldó. En esta ciudad se reconstituyó el que se
llamaba Club Táriba, con la denominación de Club Torbes, y bajo la Presidencia
del Dr. Sixto Cárdenas R. Presentamos nuestras gratulaciones a estos dos
importantes Centros Sociales, con nuestros votos por su larga existencia.”
Son
dos noticias que evidencian los intereses de la época. La primera trata sobre
la que se denominará Carretera Central del Táchira, dirigida por Luís Vélez
quien más adelante será Ministro y además Individuo de Número de la Academia de
Ciencias Física y Matemáticas de Venezuela. Esta carretera, según trabajo
inédito de Don Eliseo Zambrano, Cronista del municipio Vargas, empezaba en la
zona de la actual Avenida Guayana, pasaba por Los Kioskos, Paramillo, Gallardín
y Sabaneta. En San Rafael bajaba hasta el río Torbes, y un pequeño puente la
encaminaba hacia Curazao y Palmira, luego por Palo Grande hacia Borotá desde
donde descendía hasta Lobatera y después de pasar por Michelena y Colón,
terminaba en Estación Táchira enlazando con el Gran Ferrocarril del Táchira. La
vía fue inaugurada en 1914, y se hizo un ramal que bajaba por Arjona hasta
Táriba, permitiendo no solo ir en vehículo hacia San Cristóbal, sino que
permitió mejorar el traslado de personas y carga entre los diferentes puntos
que atravesaba. La segunda da igual importancia al Club capitalino y al
taribense, era noticia destacada para la colectividad de aquellos tiempos. Es
necesario decir en honor de Tito Sánchez que su voto de larga existencia, en
cuanto al Club Torbes, se está cumpliendo.
No
deja de ser interesante que el Ing. Luís Vélez tenga que ver con las 2 notas de
El Verbo. Lo encontramos entre los fundadores del Club y, siguiendo la
excelente obra del Dr. Luís Hernández Contreras, Cien Años de Historia
Tachirense, el 3 de diciembre de ese mismo año se inician formal y
protocolarmente los trabajos de la Carretera Central, cito: “encomendada a los Ingenieros Luís Vélez y
Horacio Castro”.
La
pujanza de la Táriba que da a luz el Club Torbes puede medirse por el templo de
Nuestra Señora de la Consolación. En aquella Perla del Torbes que tenía 8
calles y 8 carreras poco más o menos, se había empezado hacía 7 años la
construcción de una nueva iglesia. Después de la modesta ermita de la casa de
la Encomienda de Alonso Álvarez de Zamora y Doña Leonor de Colmenares donde la
imagen se renovó milagrosamente el 15 de agosto de 1600, el padre Francisco
Martínez de Espinoza dirigió la construcción del primer templo hacia 1690. Este
fue destruido por el terremoto de Cúcuta de 1875, duró 285 años. El Párroco del
momento, Pedro Nolasco Sánchez logró erigir un templo provisional de la mayor
modestia. En 1904 llega como Párroco el Pbro. merideño Miguel Ignacio Briceño
Picón quien inicia una nueva y enorme edificación, 7 años después en enero de
1911 tiene lugar la consagración canónica del nuevo templo que mide más de 60
metros de largo y más de 40 de ancho. Todavía quedaron algunos trabajos
pendientes, por ejemplo, el 28 de octubre de 1915 llegaron los cielos rasos
metálicos desde Filadelfia.
Otro
hito de importancia, ocurrido poco después de la fundación del Club, es la
llegada de los salesianos a Táriba para fundar un colegio. Las clases empezaron
en enero de 1915, casualmente en esta misma cuadra donde se encuentra
actualmente el Club Torbes. A finales de esa década se terminaría la hermosa
sede que después de casi 60 años de ser un verdadero faro de sabiduría, cerró
sus puertas por algún tiempo y hoy está
de regreso con nuevos bríos.
Podemos
señalar entonces que la segunda década del siglo pasado fue de una excelente
calidad en cuanto a los retos que se propusieron los taribenses. Un gran
Templo, un gran Colegio y un gran Club, todos en las primeras filas de esta
comunidad un siglo después.
Ahora,
revisados los papeles de la historia, vale la pena buscar la causa de esta
eficiencia social. Cómo pudo este grupo de Taribenses asumir no solo su Templo,
su Colegio y su Club, también son de la época la Plaza Bolívar inaugurada el 5
de julio de 1911, y por supuesto el ya mencionado ramal de Táriba a la
carretera Central, por Arjona.
Quizá
nos pueda ayudar el Doctor Antonio Pérez Vivas, Gobernador del Estado Táchira
entre 1950 y 1958, quien por cierto en esa época era asiduo visitante de este
Club, atraído especialmente por las dos canchas de Bowling, únicas del Táchira,
deporte al que era muy aficionado. Escribe el Dr. Pérez Vivas en su ensayo
Psicología Tachirense y Desarrollo, de 1966, cito: “Porque en mi concepto fueron las virtudes, la capacidad de reflexión y
de elaboración mental, la riqueza anímica, la reciedumbre de espíritu, el
coraje para soportar la desgracia, la aplicación al trabajo, la cohesión social
y la virilidad (empleada esta palabra como antónimo de senilidad), lo que
exaltó a los tachirenses a posiciones de primer plano”. Fin de la cita.
En
su cotidiano trabajar y desde temprana formación parecía existir en los
tachirenses una sorprendente tendencia a emular otras concepciones, otro modo
de hacer las cosas, y decimos sorprendente porque si hacemos la comparación con
nuestro tiempo, la oferta y facilidad de acceso a la información de aquellos
tiempos era muy inferior. Sin embargo, Arturo Guillermo Muñoz, quien a pesar de
sus apellidos es norteamericano, en su Tesis Doctoral “El Táchira Fronterizo”,
donde estudia la realidad tachirense que lleva a los habitantes de estas
tierras a instalarse en el poder durante casi medio siglo, dice: “La élites educadas del Táchira, con los ojos
puestos en una visión idealizada de la sociedad europea como modelo de
civilización”. Es interesante
observar como Colón y Michelena, ambas desarrolladas desde mediados del siglo
XIX en adelante, tienen calles y aceras amplias y geométricamente trazadas,
como ya se veía en Europa.
Debo
aclarar que no se trata de un simple espíritu de imitación o de ausencia de
ideas. Muy al contrario, es el alto grado de conciencia de aquel tachirense el
que le permite entender que algunas soluciones ya estaban presentadas en otros
países. Para reafirmar esto podemos seguir al Dr. José Pascual Mora García, en
su obra Cofradías de La Grita, quien observa: “El Ser tachirense lo define la
pertenencia a una sensibilidad colectiva, a una memoria colectiva; lo designan
la estructuras cognitivas pero fundamentalmente los hábitos psicológicos y
morales, las creencias profundas, la visión del mundo y de la vida, así como el dominio afectivo”. Se trata pues
de un tachirense cuyas bases parecieran homologadas a la mayoría de los
ciudadanos permitiendo remar a esa mayoría, si no a todos, en la misma
dirección. Esta situación es especialmente importante si consideramos que no
existía la uniformidad política, demostrando la posibilidad de convivir y
progresar a pesar de los disensos.
Los
componentes que explican de manera sencilla nuestra sociedad tachirense podemos
seguirlos guiados por el eximio verbo y exquisita pluma del Decano de la
Academia de Historia del Táchira, Monseñor Raúl Méndez Moncada. En su
recopilación titulada Páginas de Historia Civil y Eclesiástica de Venezuela,
verdadero tesoro literario publicado por la Biblioteca de Autores y Temas
Tachirenses, en el capítulo sobre Manuel Felipe Rugeles nos recuerda: “Ah! Las familias de esa época como vivían
las enseñanzas de Cristo, cumpliendo con la ley de la caridad. Cómo esas madres
buenas inculcaban en el de sus hijos el amor al prójimo!. Cómo se vivía un
cristianismo auténtico, expresado en piadosas devociones, en bellas imágenes colocadas
en el altarcito de la casa!. Cómo al ritmo del trabajo se inculcaban a los
hijos las grandes virtudes ciudadanas y los principios de la honradez y la
responsabilidad! Esos hogares han hecho grande al Táchira. De allí han salido
hijos que han sido orgullo de esta tierra y han dado grandes aportes a la
Patria.” Al hacer la lista de chequeo de las expresiones anteriores podemos
ver algunas de las costumbres que hemos perdido, se tachan de aburridas, de
camanduleras y cuantos epítetos puedan decirse, pero cuanta falta nos hacen.
También
cita Monseñor Méndez un poco más adelante al poeta, en verso. Lo dice tan bien
que no resistí la tentación de copiarlo para leérselo a ustedes. Tal vez a los
más jóvenes no les diga mucho, pero estoy seguro de que en los que somos menos
jóvenes algún recuerdo aflorará en los sentimientos. Habla Rugeles padre con su
hijo y le dice:
A mis cincuenta años, hoy te traigo hijo
mío
Y a sentir en la viva transparencia del
aire
La voz de las cascadas, el rumor de los
pinos,
Y el aria incontenida, versátil de los
pájaros
Que cruzan por el círculo vesperal de su
valle.
Si fuera en aquel tiempo, hijo mío,
Te hubiera convidado a mirar el almendro
Que iluminaba el patio familiar de mi
casa;
A buscar mariposas o a desprender
orquídeas
Y nidos de azulejos de los más altos
árboles
O tal vez a bañarnos en el pozo de un
río
Cantarino y celeste como la misma aldea.
Existe
la posibilidad de que cualquiera de nosotros, ubicado en las últimas tendencias
de la tecnología y con una conveniente dosis de pragmatismo, vea cursis o
bobaliconas estas expresiones. Yo me atrevo a decir que representan parte de la
vida de varias generaciones que dirigieron al país.
Cuando
se terminen los festejos de los cien años, dejaremos de mirar con tanta
intensidad el pasado y tendremos que buscar los caminos a recorrer en el
futuro. Caminos que ya se recorrieron, si, pero que habrá que volver a caminar.
Especialmente los de la convivencia, los que nos permitan trabajar y progresar
juntos. Y uno de esos caminos bien puede pasar por el ya Centenario Club
Torbes, ambiente promotor de emprendimientos del pasado, lugar de reunión de
los más proactivos, y trocarlo en torbellino de ideas algunas de las cuales
podrán ser llevadas a proyectos. Y si no es así, al menos este Club seguirá
siendo templo de la amistad entre los individuos, entre las familias, entre
todos.
Recordemos
el lema del Club, y con esto termino, Dios
y Unión!